Es evidente que el sector minero ha considerado necesario financiar una campaña publicitaria en estos momentos para ganarse el corazón de los guatemaltecos; es probable que también estén financiando otras campañas que no son tan fáciles de identificar. No sabemos qué es lo que les está obligando a gastar dinero de esta manera, pero resulta curioso que, después de la ofensiva de Goldcorp, que llenó la ciudad de vallas, ahora sea la gremial de minas de Guatemala la que invierte grandes cantidades de dinero en vallas, radio y anuncios de prensa para convencer a la ciudadanía (sobre todo a los capitalinos) de lo beneficiosa para la población y respetuosa con el ambiente, que es la minería. Tal vez la gremial de mineros guatemaltecos tiene más dinero que Goldcorp, porque aunque esta transnacional es una de las más grandes productoras de oro, a precios más baratos (así lo dice su propaganda para inversionistas), no ha podido invertir su dinero en reparar las casas que se han rajado en la región donde Montana exploradora opera en la mina Marlin.
Están bonitos los anuncios, pero aunque los veamos mil veces no logran hacernos creer en las maravillas que ahí se anuncian. Para que sus números se vean bien, no hacen la separación necesaria entre minería de piedra y cantera (cuyos productos se utilizan principalmente en Guatemala) de la minería metálica, que es mucho más tóxica y peligrosa y que se explota principalmente por intereses ajenos a los de nuestro país. Según la propaganda de la gremial, la minería ha generado más de cien mil puestos de trabajo, pero en los registros oficiales no se encuentran más de cuatro mil guatemaltecos trabajando en el sector minero en todo el país. Ochenta por ciento de las ganancias de la minería se quedan en Guatemala, asegura la propaganda. Goldcorp ha ganado, gracias a la mina Marlin, unos 800 millones de quetzales. En Guatemala se quedaron poco más de 25 millones de quetzales en concepto de regalías, y vastas cantidades de agua contaminada y roca triturada que nadie pone en la contabilidad.
Nos alarma notar que los planes de convertir a Guatemala en un país minero avanzan imparables, y observar que la única institución fuerte que manifiesta constantemente preocupación por los problemas que está ocasionando la minería metálica es la Iglesia Católica. Recientemente, un alto funcionario del Gobierno compartió una hipótesis por demás sorprendente. Dijo que los obispos han recibido una orden directamente desde Roma, de apoyar la resistencia a la minería para que el oro del Vaticano no se devalúe. Yo sostengo que los sacerdotes católicos (de Guatemala) que se oponen a la explotación de minerales metálicos, lo hacen porque han visto el sufrimiento del pueblo. Parece que el tema minero vuelve a ponerse en el tapete político. Es importante abrir espacios de debate alrededor del tema legal, porque en estos momentos hay una ley de minería en discusión. Pero para lograr la ley que necesitamos, tenemos que poder debatir sobre la relación entre la minería metálica y el agua, los derechos humanos y los otros sectores productivos del país. Sólo cuando tengamos claros estos aspectos estaremos en las condiciones para debatir sobre regalías, que son solamente parte del problema. De más está decir, que tampoco la mejor ley puede protegernos, si las instituciones encargadas de velar porque se cumpla la ley no funcionan.
¿Queremos que Guatemala se convierta en un país minero?
Francisco Cárdenas y Sebastián Aguilar
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